jueves, 11 de noviembre de 2010

La historia de un feo



Voy a contarles mi historia, no es una historia de amor ni tiene un final feliz, pero es la única que tengo por haber nacido así, feo, muy feo.


Cuando nací el doctor fue a la sala de espera y le dijo a mi padre, "hicimos lo que pudimos, pero salió".


Mi mamá no sabía si quedarse conmigo o con la placenta.


Como era prematuro me metieron en una incubadura, con vidrios polarizados.

Mi madre nunca me dio el pecho porque decía que solo me quería como amigo. Así que en vez de darme pecho me daba la espalda.


Es por eso que debo haber quedado bajito, tan bajito que en lugar de ser enano soy profundo. de pequeño iba a zonas prohibidas para que me gritaran: ¡Alto!, ¡Alto!


Yo siempre fui muy peludo. A mi madre siempre le preguntaban: Señora, a su hijo, ¿lo parió o lo tejió?


Mi padre llevaba en su billetera la foto del niño que ya venía en la billetera cuando la compró.


Una vez me perdí, le pregunté al policía si creía que íbamos a encontrar a mis padres y me contestó: No lo sé, hay un montón de lugares donde se pudieron haber escondido.


Y para colmo era muy flaco, tan flaco que un día metí los dedos al enchufe y la electricidad pasó de largo.


Era realmente flaco, para hacer sombra tenía que pasar dos veces por el mismo lugar.


Pero mi problema no era ser tan flaco, sino ser feo.


Mis padres tenían que atarme un trozo de carne al cuello para que el perro jugara conmigo.


Sí amigos, yo soy feo, tan feo que una vez me atropelló un auto y quedé mejor.


Cuando me secuestraron, los secuestradores mandaron un dedo mío a mis padres para pedir recompensa. Mi padre les contestó que quería más pruebas.


Yo creo que no pagaron el rescate porque en casa éramos muy pobres, pero eso si, a pesar de nuestra situación económica, somos muy honrados. Mi padre era tan honrado que un día encontró trabajo, y lo devolvió.


Por eso tuve que trabajar desde chico. Trabajé en una tienda de animales y la gente no paraba de preguntarme cuánto costaba yo.


Un día llamó una chica a mi casa diciéndome, "Ven a mi casa que no hay nadie", cuando llegué no había nadie.


A mi mujer le gusta mucho hablar conmigo después del sexo. El otro día me llamó a casa desde un motel.


El psiquiatra me dijo un día que yo estaba loco. Yo le dije que quería escuchar una segunda opinión. De acuerdo, además de loco es usted muy feo, me dijo.


Una vez cuando me iba a suicidar tirándome desde la azotea de un edificio de 50 pisos, mandaron a un cura a darme unas palabras de aliento. Sus palabras fueron: ¡En sus marcas, listos!


El último deseo de mi padre antes de morir era que me sentara en sus piernas. Lo habían condenado a la silla eléctrica.

1 comentario:

  1. wuajajá me reí demasiado (ya pasó ¬¬) dejame decirte SuperShulz que no se de donde sacai estas webadas pero me gustan !;)

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